Almadén está situado en lo que los romanos denominan región sisaponense, nombre dado por la ciudad de Sisapo, situada en la Beturia de los Túrdulos, y de donde se extraía el cinabrio o argentum vivum del que nos hablan autores clásicos como Teofrasto, Plinio o Estrabón. Los romanos iniciaron la explotación en regla de las minas de cinabrio, una cuestión de máxima importancia para ellos, que sobre todo utilizaron el bermellón, obtenido de moler y lavar el cinabrio de mayor riqueza, el cual se enviaba a Roma en bruto y allí extraían el preciado producto de su factoría.
Tras los Visigodos, los árabes ocuparon la comarca durante los siglos VIII al XIII, en lo que supuso una nueva etapa de esplendor de la zona, al ser la comarca, paso de las comunicaciones que llevaban de Sevilla a Toledo, reforzándose estas vías con pequeñas fortalezas, como el Castillo de Retamar (siglo XIII). El Edrisi, historiador árabe, refleja cómo las labores de minería daban faena a más de 1.000 trabajadores en el siglo XIII, los cuales llegaron a profundizar en las minas hasta 420 metros.
La Orden de Calatrava arrendó la mina a principios del siglo XIII a catalanes y genoveses, estando Almadén, durante este siglo, y los siguientes, poblado, sobre todo, por judíos y moriscos. En el año 1.417 recibió el título de Villa. En 1.525, la corona, administradora perpetua de los Maestrazgos de las Ordenes Militares y del Bermellón, azogue y solimán (con el que se curtía el cuero), arrienda la mina a Jacob Fugger (Fúcares), banquero de Augsburgo, a fin de compensarle por los préstamos que este concediera para pagar las guerras europeas del emperador Carlos V.
Las demandas de azogue se disparan en el siglo XVI, incorporándose esclavos para trabajarlas, convirtiéndose Almadén en un centro metalúrgico estratégico para el imperio y el mundo entero. De Almadén, el mercurio era enviado a Sevilla, desde donde daba el salto a América, por mar. Hasta mediados del siglo XVII la explotación de las minas fue realizada por particulares por un derecho concedido por la Corona de Castilla, pero a partir de 1.645 la mina vuelve a manos del estado. A partir de entonces, se inicia un periodo de lentas reformas, nombramiento de Superintendentes, nuevas explotaciones.
Si la producción decayó en el siglo XVII, a finales de este siglo y comienzos de XVIII, el mercurio comienza a tener nuevas aplicaciones, como el termómetro, y la ciudad vive otra época de esplendor y se convierte en enclave monumental: Academia de Minas, Hospital de Mineros, Plaza de Toros, Real Cárcel de Forzados… etc. En 1.799 se prohibió condenar a ningún preso a trabajar en la mina de Almadén. Después de la ocupación francesa (1.810-1.812), durante la Guerra de la Independencia, destruiría su iglesia Parroquial o de Ntra. Sra. de la Estrella, que fue construida más tarde. Almadén también fue escenario de la 1ª Guerra Carlista llegando a ser asediada y ocupada por el general carlista Gómez en Octubre de 1.836.
La independencia de las colonias americanas, trajo consigo la enajenación de subasta pública de los Azogues de Almadén. Así, la Banca Rothschild comercializó el mercurio de 1.835 a 1.918, haciéndose cargo de las minas, a partir de entonces hasta hoy, la Hacienda Pública, a través del Consejo de Administración de Minas de Almadén y Arrayanes S.A.